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¿SON CRUELES LOS NIÑOS?


 ¿SON CRUELES LOS NIÑOS?

 

Enséñales a ser compasivos

 

 

He escuchado con frecuencia a personas que expresan esta idea: “los niños son muy crueles”.  Aunque suena fuerte, a veces nos pareciera que es verdad, cuando los  vemos burlándose de alguno porque tiene una deficiencia física, o cometió un error, o le sucedió algo desagradable.

 

No obstante, yo creo de verdad que no es que los niños sean  crueles, sino que no han desarrollado -porque no les hemos enseñado- la capacidad de empatizar; dicho de otra forma, la capacidad de “ponerse en los zapatos del otro”, lo cual es una condición necesaria de la compasión y el respeto.

 

Hace años, cuando mis hijos estaban en la primaria, llegué un día a recogerlos al colegio. Al entrar al patio vi a un grupito de niños cuchicheando entre sí y riéndose quedito, y a otros riéndose abiertamente y hasta a carcajadas.  Al subir a nuestro coche pregunté a mis hijos qué sucedía y quedé horrorizada cuando escuché la historia que me contaron, que era la causa de la risa. Resulta que uno de los alumnos del colegio era un niño que tenía en su carita, marcadas secuelas de las fuertes quemaduras que sufrió años atrás, lo que le daba un aspecto extraño. En ese preciso día, uno de sus compañeros le inventó un horrible sobrenombre que gritó a los cuatro vientos para que todos oyeran; tan horrendo y humillante que ni siquiera me atrevo a escribirlo. Cuando mis hijos me lo contaron no pude contener las lágrimas.

 

Les dije: “por favor ustedes no vayan a entrar jamás a ese horrible juego; por favor jamás le vayan a llamar de esa manera. Imagínense lo que estará sintiendo en este momento ese pobre niño;  cómo estará de lastimado. Además de ese accidente tan tremendo que le sucedió, por lo cual tiene así su carita, todavía tiene que soportar esas burlas tan crueles. Imagínense que ustedes fueran quienes tuvieran ese problema, cómo se sentirían de que se burlaran así de ustedes”.

 

Mis hijos escucharon en un solemne silencio cada palabra que dije. Estoy segura que estaban poniéndose en el lugar del niño y les dolía.  Días después supe por algunos maestros, que cuando mis hijos escuchaban a alguien llamar a ese niño por el horrible sobrenombre o burlarse de él, ellos les decían a sus compañeros más o menos las mismas palabras que yo les dije en el coche. Y a su vez esos compañeros las comenzaron a repetir a otros burlones.   

 

Este incidente me hizo pensar y observar mucho la aparente crueldad de los niños, y me he llegado a convencer de que esos actos se deben a que, como mencioné anteriormente, ellos no están del todo conscientes del daño y el dolor que sus acciones están causando.

 

Hay que enseñarles a ser compasivos; no es cuestión de regañarlos y mucho menos de despreciarlos cuando están siendo crueles, sino de ayudarles a ver lo que no ven. Esto es aplicable  a la crueldad de algunos niños hacia los animales. Deben saber que quemar a un animalito, arrancarle las patitas o aventarle pedradas, lo hace sufrir inmensamente. Deben saber que los animalitos no están aquí para que los maltraten, sino para que los cuiden y respeten; que son nuestros hermanitos menores y también tienen derecho a compartir este planeta donde todos vivimos. Deben saber además, que las otras personas al igual que ellos, tienen sentimientos y pueden resultar profundamente heridos ante ciertos comentarios o actitudes.

 

Es muy útil que cada vez que un niño tenga un acto cruel hacia otro, o hacia un animalito, le llevemos a imaginar qué sentiría si a él le estuviera sucediendo eso. Esto se llama empatía (ponerse en el lugar del otro) y es un valiosísimo recurso, indispensable para tener relaciones sanas y armoniosas, para el resto de su vida.

 

Yo estoy en total desacuerdo con los padres que, en lugar de enseñarles la empatía y la compasión a sus hijos, los llevan ellos mismos a tirar municiones a los pajaritos o a sacar peces y luego devolverlos al agua, con la boca desgarrada y sangrante por el anzuelo.  Estos son actos de crueldad, abuso y agresión hacia los animales; absurdos y sin sentido, que lo único que provocan es que los niños aprendan a ver el abuso y la agresión como algo normal, y a lo que tienen derecho sobre otros más débiles e indefensos. Si crees que esto no influirá en que aprendan comportamientos abusivos y agresivos hacia otros seres humanos, créeme que te equivocas.

 

La compasión sin duda, empieza en el hogar. Aportemos algo útil a la sociedad, criando hijos compasivos y respetuosos de los demás.

 

 

 

 

 

 

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