¿POR QUÉ NECESITAMOS “TENER RAZÓN”?
Hace algunos días, en medio de una acalorada conversación, me descubrí actuando como la perfecta personificación de esta sabia idea expresada por Baldwin: “A veces la gente prefiere tener razón, que ser feliz”. Al darme cuenta de mi actitud, también me hice consciente de las abrumadoras y desagradables sensaciones físicas y emocionales que estaba experimentando y de la reconfortante liberación que sentí cuando decidí soltar mi necesidad de tener razón.
A lo largo de mi vida, he visto infinidad de veces que cuando en una discusión una de las personas no está dispuesta a ver algo -bien sea el hecho de que está equivocado o cometió un error, o el punto de vista del otro-, simplemente no hay poder humano que le convenza; y aun cuando esa discusión se extendiera durante horas o días, de todas maneras no lo vería, porque sencillamente no tiene la voluntad de hacerlo. Nos convendría entonces cuestionarnos si vale la pena invertir tiempo y energía en continuar enfrascados en esas luchas de egos, que están detrás de las discusiones por tener la razón. Ellas sólo nos generan sustancias tóxicas y sensaciones que enferman a nuestro cuerpo, emociones y mente.
Esta actitud, para llamarle por su nombre, es orgullo y soberbia, y siempre conduce a la separación y al dolor. Se manifiesta de muchas formas, como las mencionadas luchas de poder, el deseo de venganza y por supuesto, la necesidad de tener razón, detrás de la cual se oculta la necesidad de ser “el mejor”. Nos volvemos muy hábiles para acomodar perfectamente las ideas y las palabras para que suenen a lo queremos que suenen, y así probar que en efecto, tenemos la razón.
- “¿Por qué he de ser yo quien le pida perdón, le diga que le amo o le agradezca y reconozca tal cosa? ¡Él/ella nunca lo hace! Que lo haga primero. ¡Y además me debe tales y tales ‘facturas’!” Las frases anteriores no provienen de ningún otro lugar, más que del orgullo y la soberbia. Y cuando ambas personas están en la misma posición, ¿cómo se va a romper ese patrón? ¿Quién va a empezar, si ambos esperan que el otro sea el primero? En las guerras de egos, ambas partes quieren ganar, pero en realidad nadie gana, porque aun a costa de la propia felicidad, el ego hace lo que sea para no perder la competencia. Por eso hay tanto sufrimiento en las relaciones entre las personas.
Quiero invitarte a experimentar algo: la próxima vez que te encuentres en medio de una discusión del tipo que hemos mencionado, actúa de forma diferente a la que por lo general nos conducimos en estas circunstancias, y asómbrate de cómo la situación cambia de dirección de una manera tan impresionante, que hasta parece magia. Esta es mi propuesta: reconoce la parte de verdad que hay en lo que dice la persona con la que estás discutiendo; siempre la hay. Y luego exprésale verbalmente ese reconocimiento, con algo como: “Tienes razón, no estoy cumpliendo mi palabra; tienes razón, llegué tarde; tienes razón, he estado de muy mal humor”, etc., según sea el caso. Y date cuenta de cómo cambia tu sentir y la actitud de la otra persona.
Practicar esto nos permite desarrollar la madurez para asumir nuestros errores y otorgarle al otro el reconocimiento de sus aciertos y sus cualidades, lo cual a fin de cuentas nos beneficia a ambos. Sacrificar el propio bienestar y el de una relación por tener la razón, simplemente no vale la pena.