Temas para vivir mejor

El sexo en la pareja


El sexo es sin duda alguna, una poderosa fuerza, que puede aniquilar o dar vida, que puede enfermar y también sanar, que puede convertir la vida en un infierno o transformarla en un paraíso. La fuerza poderosa del sexo es neutra, y cada uno la convertiremos en lo uno o en lo otro. 

 

La sexualidad es mucho más que el acto sexual mismo. La energía sexual es la energía de vida (el eros), es la totalidad que nos abraza y que está siempre presente en  diferentes formas y manifestaciones.

 

En la relación de pareja toma un lugar muy importante en todas sus facetas, las  cuales se expresan en forma tangible en el acto sexual mismo, que involucra no solo al cuerpo sino a la totalidad del ser.

 

Desafortunadamente, con frecuencia las parejas desperdiciamos en gran medida el poder unificador, sanador y transformador del sexo, y lo convertimos en una herramienta más del ego, para sus juegos  de poder o venganza.

 

En estos casos, el sexo puede ser usado, a veces consciente y a veces inconscientemente,  como una forma de agresión  a través de la cual algunas personas le cobran a su pareja “las  que les debe” negándose por ejemplo, a tener relaciones sexuales o a hacer cierto tipo de caricias o juegos sexuales que a su pareja le complacen.

 

Yo estoy convencida –y lo he comprobado con pacientes en innumerables ocasiones- de que algunos casos de disfunciones sexuales tales como: frigidez (incapacidad de sentir placer sexual), anorgasmia (incapacidad de llegar al orgasmo), vaginismo (la vagina se contrae a tal punto que la penetración del pene resulta imposible) o coito doloroso en la mujer, así como disfunción eréctil o eyaculación precoz en el hombre, pueden ser formas inconscientes de agredir a la pareja[1]

 

¡Y vaya que  funcionan!

 

Porque para un hombre por ejemplo, el placer sexual de su mujer es muy importante.  Cuando haga él lo que haga, ella no puede alcanzar el orgasmo o simplemente “no siente nada”, el mensaje que el hombre recibe es: “no eres capaz de satisfacerme”, lo cual agrede profundamente su seguridad y su masculinidad.

 

Así mismo, el tener a su lado a una mujer que responde con plenitud y entrega a sus caricias y juegos sexuales, lo hace sentir muy bien y seguro en su identidad como hombre.

 

¡Y las mujeres lo sabemos! Nuestro cuerpo y nuestra intuición lo saben, pero desafortunadamente muchas agraden a su hombre de esta manera, ahí donde de veras le duele.

 

Los hombres por su parte, pueden agredir a su mujer “negándole” la satisfacción de sus necesidades sexuales a través de su negativa a tener relaciones cuando ella lo desea, o de las disfunciones anteriormente citadas

 

Una pareja acudió a mi consultorio en una ocasión por sugerencia de su doctor, quien después de múltiples manejos médicos para solucionar la eyaculación precoz del esposo, sabiamente concluyó que esta se debía a causas meramente psicológicas.

 

Y en efecto. Todo lo que le sucede a un miembro de la pareja, tiene que ver con ambos.  

 

En este caso, la esposa era una mujer sumamente agresiva, controladora y dominante, que tenía a su hombre “castrado”, simbólicamente hablando. La relación sexual era la única situación donde él podía tener el control y con su eyaculación precoz lo ejercía por una parte y por otra,  se las cobraba y agredía a su esposa, que se lamentaba llena de frustración porque “nunca quedaba satisfecha”.

 

Es muy común también el hecho de agredir a la pareja, como ya mencionábamos, haciendo o dejando de hacer en la relación sexual.

 

En la vida de pareja todo se vale, mientras ambas partes estén de acuerdo y así lo decidan. Pero a veces, lamentablemente, usamos la información que tenemos respecto a lo que a nuestra pareja le gusta, justamente para no dárselo, como castigo y venganza por las que nos debe.

 

Esto es juego sucio muy injusto. Es decir, hay muchas cosas que si nuestra pareja no nos las quiere dar las podemos obtener por nosotros mismos. Por ejemplo, si a uno le encanta ir al cine, y al otro no, aquel puede organizarse para ir por si mismo. Si una mujer no quiere cocinarle a su hombre ese platillo que le encanta, él puede ir a comerlo a un restaurante. Si un esposo no quiere comprarle a su esposa cosas que le gustan, bien  puede ella generar dinero por su cuenta para comprárselas. 

 

Pero para tener relaciones sexuales, ¡nos necesitamos uno al otro!

 

¿A quién esperas que tu pareja le pida sexo cuando lo desea, si no a ti? ¿A quién esperas que le pida esas caricias que le gustan? ¿Con qué derecho le niegas lo que depende de ti para obtener?

 

Ya sabemos que si lo vemos fríamente, cualquier hombre puede darle sexo a una mujer y cualquier mujer a un hombre. Pero también sabemos que cuando elegimos comprometernos con una pareja, esto implica que decidimos darle la exclusividad de nuestro cuerpo (al menos eso es lo que se supone y se espera). Así entonces, la pareja debería responder amorosa y dignamente a esa exclusividad.

 

Existen sin embargo, algunos otros factores importantes alrededor de la sexualidad, de los cuales es preciso hablar.

 

Sentimientos como la ansiedad, el rencor y la ira, afectan profundamente el deseo, el desempeño y el disfrute sexual; y cuando un miembro de la pareja o ambos los tienen, se verá notoriamente afectado su interés en las necesidades del otro, no sólo a nivel sexual, sino en todas las áreas de la vida.

 

Pero también esto tiene solución.  Es necesario reconocer, explorar y trabajar con esos sentimientos para poder sanarlos e incluso, si es preciso, buscar ayuda profesional para lograrlo.     

 

La relación de pareja, como todo en la vida, necesita “mantenimiento”. Cuando tenemos una casa o un coche, tenemos que darle cuidados constantes pintando, lubricando y renovando para prevenir que se dañe o  reparando lo que ya se ha dañando, para que no se deteriore y se nos acabe.

 

¿Por qué será que no ponemos ese interés en nuestra relación de pareja? Después de todo, ahí estamos. Vale la pena trabajar constantemente en ella para que ambos vivamos lo más satisfechos y felices posible.

 



[1] Estas disfunciones sexuales pueden  deberse también a otro tipo de causas psicológicas. y  en algunos casos, orgánicas (hormonales o funcionales), las cuales deben ser tratadas médicamente.

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