Temas para vivir mejor

CUANDO SER PADRE AGOBIA


CUANDO SER PADRE AGOBIA

 

 

“Mis hijos me pesan tanto que algunos días, a escondidas, siento deseos de huír. Si me quedo no es para cumplir con mi deber sino porque sé que una vez que me haya ido no aprovecharé mi libertad, no encontraré esa indiferencia que tanto deseo. Sé, por experiencia, que no descansaría hasta  saberlos en paz, responsables de sí mismos, felíces si es posible”.[1]

                                                                                                                     

 

 

      Valiente mujer al atreverse a escribir algo así, y mostrar abiertamente un sentimiento que todos los padres, en algun momento de nuestra vida como tales, experimentamos.  

 

      Decía una amiga, abrumada con su bebé de nueve meses y su hija de cuatro años: 

      -Ay Martha, cómo quisiera que ya crezcan y se casen-. Es cierto que esta es una anécdota curiosa y puede provocar risa, pero lo que más me sorprende cuando la cuento en un curso o una conferencia, no son las risas, sino las múltiples reacciones de asombro y desaprobación hacia esa madre agobiada, como: “ay qué mala!” “pobres niños!”  “qué bárbara!” pero si somos honestos, todos algún día hemos deseado que llegue ese momento añorado por mi amiga, cuando nuestra responsabilidad directa como padres termine. 

 

      A veces tenemos ganas de que nuestros hijos desaparezcan por un rato, y por supuesto luego recuperarlos, porque no hay duda de que los amamos, no hay duda que queremos cumplir con nuestra responsabilidad como padres, de que deseamos estar a su lado y compartir nuestra vida con ellos, pero esa otra parte, ese sentimiento secreto que brota en cietos momentos, ese también es realidad.

 

     ¡Ah, si los padres  habláramos de esto entre nosotros. Si nos atreviéramos a expresar ante nuestros amigos esa sensación cuando estamos abrumados. Si nos atreviéramos por lo menos a confesárnoslo a nosotros mismos, cuán rápido pasaría, cuán rápido podríamos sentirnos de nuevo serenos y en paz!.  ¿Y por qué entonces no lo hacemos? Porque el sólo reconocerlo nos hace sentir malos, culpables y avergonzados, y al expresarlo en público somos criticados y juzgados, esa es la realidad.  Aún cuando cada uno de los padres que escucha una confesión como esta ha sentido lo mismo alguna vez o muchas veces, no se atreverá a aliarse al desnaturalizado padre que lo está expresando por miedo a ese duro juicio que se emitirá sobre él. Ojalá los padres fuéramos más compasivos los unos con los otros.

 

      En general, los sentimientos de agobio de la madre tienen que ver con sus funciones como cuidarlos, ayudarles con la tarea, atenderlos, cocinar para ellos, limpiar, lavar, etc., y en el padre con su función de proveedor.

 

      He tenido en mi consultorio una buena cantidad de madres y padres que  me expresan su frustración, su desilución y a veces su resentimiento porque se sienten usados por sus hijos, las madres se sienten tratadas como sirvientas y los padres como proveedores afirmando que sus hijos lo único que quieren de ellos es que cumplan lo mejor posible esa función. 

 

      En una ocasión un padre me confesó avergonzado que frecuentemente, en secreto, hacía cuentas de todo el dinero que le quedaría disponible para él si no tuviera que pagar escuelas, comida, ropa, etc., para sus hijos, y al mismo tiempo, decía:

     -siento culpa al pensar eso, porque tengo la certeza de que sí quiero hacerlo, en verdad quiero mantenerlos, con todo mi corazón lo deseo, porque los amo mucho. 

 

      Y es cierto, el hecho de que la responsabilidad a ratos nos pese, no signfica que no deseamos cumpirla, este es uno de esos aspectos de la vida donde dos cosas que parecen contradictorias coexisten, se tocan, se juntan, y ambas son verdaderas.

 

      Pero ¿qué sentido tendría poder hablar de estos sentimientos secretos sin sentirnos enjuiciados?, o ¿para qué reconocerlo ante ti mismo si muy probablemente te produzca culpa y vergüenza?  La respuesta es así de simple: cuando por mucho tiempo hemos estado negando y reprimiendo algún sentimiento, este  va a  buscar formas  alternas de salir, así son los sentimientos, -recuerda que no querer verlos no significa que se van- y entonces desarrollaremos ciertos rasgos como una preocupación extrema por el bienestar de los hijos o un importante y limitante grado de miedo a que les pase algo.

 

      Si bien es normal  que los padres nos preocupemos en cierta medida por el bienestar de nuestros hijos, no lo es cuando esa preocupación llega a grados en los que, por ejemplo, no les permitimos salir por el miedo a que algo les pase, no podemos dormir mientras están fuera de casa o vivimos en una constante angustia por todas las cosas terribles que les podrían pasar. Si le ponemos palabras a esa dinámica inconsciente, diría:  “no vaya a ser que la vida me tome la palabra y me los quite”.



[1] CARDINAL Marie “La llave en la puerta”  Ed. Argos Vergara, S.A. Barcelona 1990.

Facebook

Registro

REGISTRATE para recibir información sobre la autora y sus libros

Debes ingresar un correo